sábado, 31 de marzo de 2012

Always be with you


Yo siempre fui una de esas personas que no creían en el amor. Para mí era algo inventado por unos grandes almacenes, en un intento de que compráramos compulsivamente algo para la persona a la que amamos. Todas esas ideas se fueron de mi mente cuando lo conocí a él.

Era un día lluvioso en Londres y yo corría con un periódico en las manos intentando no mojarme, esquivando a la gente. Como siempre, todos me miraban pero yo seguí con mi camino hasta que choqué con alguien.

Levanté la vista del suelo y  mi mirada se cruzó con unos bonitos ojos marrones. Sonreí, y él también lo hizo dejándome ver un bonito hoyuelo. Me protegió bajo su paraguas hasta llegar a una cafetería.

Ese día comenzó una amistad que poco tiempo después se convertiría en una historia de amor.

Éramos una pareja joven, a la que le gustaba pasar tiempo juntos. Compartíamos gustos, manías y un extraño amor hacia los gatos.  Las horas junto a él pasaban volando, nunca imaginé que podría ser tan feliz.

Ahora todo esto, nuestra historia, está llegando a su fin. Una maldita enfermedad se lo lleva de mi lado.

Llevamos dos meses en una habitación de hospital a la espera de una cura, más bien un milagro, que ambos sabemos que no llegará. En todo momento intento tener una sonrisa para él, pero ahora me es más difícil que nunca.

¿Dónde queda esa vitalidad que siempre le caracterizó? ¿Y ese brillo especial en sus ojos? Ahora se ha esfumado.  Lo veo en esa cama y mi corazón se rompe en mil pedazos, esto no le puede estar pasando a él.

Nuestras miradas se vuelven a cruzar, ambos sonreímos levemente. Con su mano derecha hace un gesto para que me siente junto a él,  y yo le hago caso cogiendo su mano con fuerza.

Mantiene sus ojos fijos en los míos, no dice nada. Los dos sabemos que el momento de la despedida se acerca, aunque  yo no lo quiera reconocer.

-Esto llega a su fin.

-No digas eso Tom, todavía nos quedan muchas cosas por vivir.

-Quiero que seas fuerte, ahora lo tienes que ser más que nunca.

-Lo seré.

-No quiero que llores por mí cuando ya no esté, recuerda siempre los buenos momentos. Prométemelo.

Comienzo a llorar, veo como le cuesta cada vez más hablar y no puedo seguir así. Con la poca fuerza que le queda, aprieta mi mano haciéndome prometer todo lo que acaba de decir.

-Lo prometo.

-Se que será duro, pero tienes que salir y conocer gente nueva. Seguro que encuentras a alguien mejor que yo.

-Eso es imposible.

-Tienes que saber que siempre estaré contigo, nunca te dejaré sola. Allá donde vayas, yo estaré contigo.

 -Te quiero.

- Yo también te quiero.

Me acercó más a él y beso sus cálidos labios, ahora más fríos que nunca. Los dos sonreímos y nos separamos. Lentamente, sus ojos se van cerrando y la habitación se inunda de un pitido.

Se ha ido para siempre, no quiero creerlo y le abrazo fuerte con la esperanza de despertar de esta horrible pesadilla. Los médicos entran en la sala y me separan de él. Lo miró por última vez y me despido gritándole un te quiero.

Ya no está, se ha ido. Me siento sola en este mundo, pero entonces recuerdo lo que me dijo, ‘’siempre estaré contigo’’. Algo dentro de mí me hace saber que sus palabras eran verdad, ahora lo siento más cerca que nunca. Él no me dejará sola.

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