Caminaba del trabajo a casa como todas las noches.
Últimamente solo salía a la calle para ir al trabajo porque todo me recordaba a
él. Miré a la derecha y vi aquella cafetería en la que empezó todo.
*
Era mi primera semana en Londres y andaba de un lado a
otro en busca de trabajo. Era un día frio de invierno, por lo que decidí entrar
a una cafetería a tomar un chocolate caliente.
Había unas cinco personas haciendo cola para pedir su café y
me puse detrás de ellas. Abrí mi bolso y empecé a buscar el monedero cuando
noté algo caliente caer sobre mi camiseta.
Un chico con gorro y gafas de sol me había tirado su café
encima. Él me miraba con la boca abierta mientras yo intentaba limpiarme.
-Lo siento, no te había visto.
-No pasa nada, ha sido un accidente.
Fui al baño y me miré al espejo, la mancha se veía a kilómetros.
Cogí un poco de papel y me limpié con cuidado, volví a salir y allí estaba
aquel chico.
-¿Has podido limpiar la camiseta?-dijo mirándome
preocupado.- En serio que lo siento mucho, te invito a un café.
-No hace falta que me invites a nada.
-Insisto, esa es mi manera de pedirte perdón.
Finalmente acepté y los dos nos sentamos en una mesa a
tomarnos un café. Danny, así se llamaba aquel chico, no paraba de decir
tonterías para hacerme reír. Cuando por fin se quitó las gafas y el gorro me di
cuenta de que era muy guapo.
-Podríamos darnos los números de teléfono y quedar alguna
vez.
-Claro.-dije sacando mi móvil.- Apunta mi número.
*
Así fue, lo vi y me enamoré de él, de sus ojos, de sus
pecas, de su sonrisa… Pero ahora todo había terminado. Un tiempo después de
conocernos me contó que estaba en una banda llamada McFly y eso no fue ningún
problema para nosotros.
Todo iba genial entre nosotros, éramos la típica pareja de
enamorados que iban de un lado a otro siempre juntos, sin importarnos lo que el
mundo dijera de nosotros. Éramos muy felices.
Un día, sin yo saber por qué, Danny me dejó. Decía que era
lo mejor para los dos. Una semana más tarde me enteré por las revistas que
estaba con otra. A decir verdad cada semana salía con una chica distinta en las
portadas.
Una lágrima recorrió mi mejilla derecha y la limpié
rápidamente. Tenía que olvidarme de él, no podía seguir así.
Continuaba por las oscuras calles de Londres,
cuando noté unos pasos acercarse a mí y aceleré el paso. Casi corría cuando
alguien cogió mi brazo e hizo que me diera la vuelta.
Él, no podía creerlo, otra vez era él. Me quedé unos
segundos mirándolo, pero me di la vuelta para seguir con mi camino.
-No te vayas, necesito hablar contigo.
-¿Ahora quieres hablar Danny?-dije sin mirarlo.- No quiero volver a verte.
Con un hábil movimiento hizo que me girara, quedando frente
a él. Nos mirábamos a los ojos sin decir nada. Demasiados recuerdos volvieron a
mi cabeza y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-Lo siento.-dijo acariciando mi mejilla.- Se que te hice
mucho daño.
-Ya es tarde para pedir perdón.
-No, no es tarde porque yo te sigo queriendo y sé que tú a
mi también.
-¿Y por qué me dejaste?-me separé de él.- Creo que no sabes
lo que es estar enamorado.
-Te dejé porque fui un idiota.
-Lo fuiste y lo sigues siendo.
Volví a andar de camino a casa, a la vez que empezaba a
llover. Genial, esto era lo que me faltaba. Danny seguía caminando detrás de
mí. Sabía que era un cabezota y que no pararía de seguirme hasta que hablara
con él.
-Lo hice por tu bien.
-¿Por mi bien?-me di la vuelta.- ¿Sabes lo mal que lo he
pasado?
- Creía que era lo mejor, tarde o temprano saldría alguna
mentira en la prensa y lo pasarías mal.
Cada vez estaba más cerca de mí, a escasos centímetros de
mis labios. Me miraba fijamente esperando que dijera algo, pero de mi boca no
salió más que un suspiro.
-He vuelto porque me he dado cuenta de que no puedo vivir
sin ti.
-¿Y todas las chicas con las que salías en las revistas?
-Solo estaba con ellas para olvidarte, pero no lo conseguí.-me
cogió de la cintura.- Yo te quiero a ti y a nadie más.
Juntó sus labios con los míos haciendo que me volviera a sentir
como en una nube. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y seguimos besándonos
bajo la lluvia.
-Te quiero.-dije en apenas un susurro.
-Yo también te quiero.
Corrimos bajo la lluvia como dos niños pequeños de camino a
casa. Los dos felices porque sabíamos que nunca más volveríamos a separarnos.